sábado, setiembre 09, 2006

La resistencia de una reina


La resistencia de una reina

HOMENAJE. Pocos saben que la mejor cantante criolla del Perú, doña Jesús Vásquez, vive en una humilde casita de San Miguel. Que en diciembre cumple 86 años. Que casi no canta en público. Que los homenajes parecen insuficientes para ensalzar su memoria.

A los 85 años, recordar la letra de un vals es más fácil que citar los momentos cumbres de una vida. Es preferir los versos de una guitarra y los acordes de un amor oculto que abrir la puerta a otras épocas. Eso ocurre con la criolla Jesús Vásquez. El último sábado (húmedo y con olor a sal) nos recibió en su casa de Miramar, donde el alumbrado público tiembla y se pinta la oscuridad. "Aquí hace mucho frío. A veces extraño mi antigua casa", dice, como quien quiere abrigarse con la calma de una zona menos peligrosa.
Enfundada en un abrigo de piel negra, con las uñas pintadas de rojo y los polvos compactos que simulan rubor, la Reina y Señora de la Canción Criolla ostenta un título nobiliario que suena a irónica contradicción. Porque ella es una monarca que ingresa a su reino por un patio de tierra donde languidece una refrigeradora bajo las esteras. Porque su trono es un sofá desteñido, bañado por una luz fluorescente en una sala sin lujos. Porque sus glorias de fotografía cuelgan sobre paredes pintadas sin gracia. Porque sus trofeos de metal están curtidos de demasiado polvo demasiada humedad. "¿Quieres que mire la cámara o que cante?", pregunta con una dulzura que vuelve a contradecir su calidad de soberana. Jesús Vásquez habla poco y su casa toma la palabra. Quizá ella nunca quiso dejar de ser la muchacha del callejón de un solo caño. Tal vez lo único que le importó fue cantar.

LA RADIO COMO DESPEGUE Dice su hija Pochita --Carmen Jesús, como casi nadie la conoce-- que su mamá, por la edad, se ha ido alejando de las peñas y las madrugadas. Esta noche hará una excepción. Doña Jesús cantará dos temas en la peña El Plebeyo y se prepara viendo televisión en su cuarto, repasando a ratos sus letras. Pochita, después de arreglar una pequeña fuga de agua, nos revela que las dos nacieron bajo el influjo del Cristo Moreno y de la bohemia criolla. "Mis abuelos vivían en un solar de la calle Pachacamilla, donde ahora está la hermandad del Señor de los Milagros", empieza. Allí nació doña María de Jesús, hija de la huancaína María Vásquez y del cajamarquino Pedro Vásquez, el 20 de diciembre de 1920. Allí ensayaba el trío "Los Criollos de Pura Cepa", cuando la chiquilla tenía 12 años. Allí, sobre el caño comunitario, doña Jesús lavaba platos y ropa al son del cajón y la guitarra de sus criollísimos vecinos Luis Aramburú, Ernesto Echecopar y Lucho de la Cuba.

"Hasta que un día la oyeron cantar y se le unieron. Ellos le auguraron un gran futuro y no se equivocaron", agrega Pochita. A los 17 años, doña Jesús descubrió que cantar era su destino. En esas épocas la búsqueda de talentos musicales se hacía por radio. Los aficionados hacían colas en las emisoras con la incertidumbre de si algún programador les daría al menos tres minutos para interpretar una canción. Así fue como doña Jesús tuvo su primera audición en Radio Grellaud y luego continuó en Radio Goycochea. El horario no era el mejor y la frecuencia con que cantaba tampoco. A las 11 de la noche solo la oían los jaraneros pero, poco a poco, sus presentaciones se hicieron más frecuentes y de mayor duración. "En esa época apenas nos daban para el pasaje, pero yo feliz y tranquila cantaba, no renegaba como otros compañeros", se acuerda doña Jesús. La única que no se quedaba tan quieta era doña María, que ya le había dado varias tundas por hacerse la independiente desde tan joven. El mundo criollo (lleno de guitarras, cajones y sobre todo de mucha bebida) era capaz de asustar a la madre más confiada de la Lima de aquellos años. Después, el éxito sería imparable y doña María tuvo que ser más comprensiva aún.
"Cuando era muy niña, recuerdo que veía más a mi madre por foto que en vivo. Ella viajaba mucho y oía sus discos todo el día. Hasta que fuimos a buscarla al aeropuerto y ahí mi mamá se me hizo realidad", recuerda Pochita. Su tía Luzmila (hermana de la cantante) se encargó de leerle a ella y a sus tres hermanos las cartas que doña Jesús mandaba, de recoger los regalos de aduana que llegaban por barco, de contestar el teléfono y oír sus novedades.
Un álbum rojo atestigua el paso del tiempo. Ahí hay recortes periodísticos de 1939, año en que el cancionero criollo 'La Lira Limeña' y el voto popular le concedieron el rango de reina criolla gracias a un concurso realizado en el Teatro Segura. Están las fotografías con mandatarios, con alcaldes, en sus diferentes viajes a Ecuador, Argentina, Bolivia y Venezuela, donde grabó pasillos, tangos y música latinoamericana. Pero en el corazón de los peruanos sobresale una canción emblemática de su dulce voz. "Ella popularizó las canciones de Felipe Pinglo, en especial 'El Plebeyo'. Jesús captó la esencia del criollismo de los Barrios Altos, pero le dio un aporte nuevo con su forma de interpretar, los matices de su voz y después se convirtió en guía del resto de las demás cantantes", refiere la guitarra más hermosa del Perú, don Óscar Avilés, quien grabó con ella para la disquera Sonoradio un par de discos. Para mayor precisión, Avilés afirma que la señora Jesús --como él la llama-- es igual de conservadora que él y por eso la aprecia, porque canta la música que oía de niña. Un halago de un grande para otra grande.

Y si de amigos se trata, la más destacada compañera de Jesús Vásquez es otra criolla de marras, doña Esther Granados. "La conocí desde que me inicié, desde que era colegiala porque yo también vivía en Pachacamilla. Es una gran amiga, tiene un carácter suave y es muy sencilla, de buenos sentimientos", afirma doña Esther. Quizá los mejores años que ambas disfrutaron fueron aquellos en que las llamaban como dos de las seis grandes del criollismo, al lado de las inconfundibles Rosita Ascoy, Alicia Lizárraga, Delia Vallejos y Eloísa Angulo. Todas tuvieron la oportunidad de viajar a Estados Unidos para cantar a las distintas colonias peruanas de 10 estados, durante los años setenta. "A Dios gracias, todavía tiene voz para cantar", concluye.
Doña Jesús ha inventado un neologismo: el tanganazo. Se trata de un shot rápido de trago corto para calentar la garganta. En plena sesión fotográfica le pide a su yerno Joel Flórez que le prepare uno de ron con Coca-Cola. "Antes les hacía señas desde mi mesa a los meseros para que le quitaran el hielo porque sino me maltrataba la voz", explica. Tiene que cuidarse "la de acanga" --dice-- y se toca el cuello. Y de ahí salta a otro tema inconexo: su afición juvenil por los tangos de Libertad Lamarque. Luego se fija en mi ropa y alaba la chompa morada que llevo puesta: le han dado ganas de tejer y dice que mañana saldrá a comprar sus madejas para empezar algo. Al final pega un simulado bostezo, pero no se queja. "He vivido toda la vida en este ambiente, el cuerpo se acostumbra a esperar, a que te avisen para salir a cantar".
VIDA MUY PRIVADAAunque el amor fue el derrotero de sus canciones más sentimentales, ni doña Jesús ni su familia ni sus amigos se animan a hablar de quién fue el amor de su vida. "Coco, mi hijo, es el único hombre de mi vida", dice doña Jesús, y se ríe con picardía. En otro momento revela la razón de su soledad. Y es que los hombres "joden mucho", y vuelve a soltar una burlona carcajada relámpago .
A modo de convencimiento, nos cuenta una anécdota que se repite por años. Cada vez que canta "La historia de mi vida", su voz dulce se convierte en un lamento de tristeza y quienes la oyen cantar no solo se apenan, sino que le aconsejan --después del show-- dejar de interpretar canciones tan tristes. "La gente me dice 'pobrecita, está llorando, ha sufrido mucho' y no les puedo decir que es mentira, que así me sale". La única vez que recuerda haber llorado en el escenario cantando el pasillo "Mi vida sin ti". Es que a veces dice, en medio del olvido y sus 85 años, le apena la ausencia de su madre.
"Yo adoro a mi comadre, es lo más grande que ha dado el Perú. Nunca se separó de su señora madre ni de su hermana ni de sus hijos. Quizá su único defecto seas haber sido demasiado generosa con el resto", menciona el laureado compositor Augusto Polo Campos, quien se atreve a contar que apoyó a la octogenaria criolla cantando décimas en su honor a inicios de los años ochenta. "Unos chinos le ayudaron con el terreno de la calle Libertad e incluso Alan García, en 1986, hizo que levantara las habitaciones", evoca el criollo. Pochita admite estos eventos desconocidos para el gran público, aunque no sonríe al disfrazar de sencillez su pobreza. Ella, que se hizo cantante criolla como su madre, tiene un esfuerzo doble: sobresalir bajo el ala protectora de Jesús Vásquez. Siempre ha vivido bajo su sombra, pero, confiesa, nunca ha podido figurar.
NOCHE DE DOS CANCIONESEn El Plebeyo van a dar las doce. Hay cuatro mesas largas llenas de gente y la noche es joven aún. Doña Jesús llega en un taxi junto con Pochita y su yerno Joel, promotor activo de la memoria de su suegra. Él anuncia que en octubre la Asociación Cultural Musical Jesús Vásquez hará una exhibición itinerante para destacar la memoria de la cantante. Fotos, discos, videos y trajes de noche serán un paseo al pasado criollo de los años 40 y 50, décadas en que una potente voz marcaba la pauta de la Guardia Nueva. Madre e hija esperan la luz del reflector, el gozo palpitante del reconocimiento, del cariño directo. Pochita entona el vals "Mi Perú", pero podría llamarse "Mi Madre", porque no deja de mirarla. Doña Jesús levanta sus pulgares y sonríe. "Está 'como cuete', ¿no?". Después se levanta y se acerca a su hija. Van a entonar "Amargura", pero en verdad su sonrisa y sus ojos chispeantes dulcifican los versos más tristes esta noche. "Quisiera que volvieran / los días de mi infancia / para vivir alegre y sin preocupaciones / Pero todo es quimera y pura fantasía / Los días que se fueron jamás han de volver". El público sigue llegando y es fácil tararear las penas con un vals. Un trago de cerveza y la vida es menos dura. Unas palmas para esa mujer pequeña que se agranda, aunque el micrófono no alcance a repicar su suave voz. Qué importa que dure un instante. Las noches que se fueron jamás han de volver.

Mayra Castillo

1 comentario:

"NUESTRA MUSICA SE PASA" dijo...

Por favor, creen ustedes posible, que a los seguidores de la Reina, como a mì, nos importe verdaderamente que lavaba platos en el solar donde vivìa ?. No me parece. Pero respeto sus apreciaciones.

Zoraida.
www.perfspot.com/b/CRIOLLISIMA

P.D. Yo tambièn acabo de hacerle un homenaje en mi pàgina, que deseo sea de vuestro agrado.